Qué es Prozaicamente?

Ficción basada en hechos reales o realidad basada en hechos ficticios. En todo caso, una parte de mi historia "prozaicamente" narrada.

miércoles, 29 de octubre de 2014

El adicto



Advertencia

No hay forma de contar con humor una historia cuando la protagonista es una adicción. Es más, aunque la hubiera sería una falta de respeto hacia quien ha vivido o está viviendo una situación de este tipo, sea como sea, del lado del adicto o del codependiente. 

Por eso, querido lector, quedas cordialmente advertido: Si has entrado en Prozaicamente buscando una dosis de mi veneno habitual y echarte unas risas, te comunico que hoy no es el día. Ve a Pinterest y alégrate la vista con cosas más ligeras.

Y si decides quedarte y leer, coge la caja de kleenex. Después no digas que no te he avisado…

Entrando en materia

Todos somos adictos a algo, ya sea de forma puntual en algún momento de nuestra vida, ya sea de forma continuada. Si alguien levanta la mano y dice que no es su caso, puedo darle el teléfono de mi psiquiatra, quien estará encantada de rebatir sus argumentos y de recetarle alguna cosilla si es necesario. Y hasta de ingresarle en contra de su voluntad en alguna institución apropiada, si es que se pone muy cabezón al respecto.

He tenido dos relaciones con adictos en mi vida. He sido codependiente dos veces. Y no se lo deseo a nadie.

Mi primer adicto, puesto que era su carácter, escogió ser dulce y tierno conmigo y dejarse querer sin dejarse ayudar. No le deseo ningún mal, como nunca se lo deseé mientras estuve con él. A él le dedico este capítulo.

Al segundo debería haber hecho que le encerraran después de que me amenazara poniéndome un bisturí en el cuello, según él para hacerme una broma. No lo hice por un afecto y un respeto mal entendidos hacia su familia, con la que no debería haber tenido tanta consideración por no haberme advertido de que me estaba liando con el Dr. Jekill, Mr. Hyde y tres o cuatro personalidades más, cada una más cabrona que la anterior. Y es algo de lo que siempre me he arrepentido. No hablaré de él en este capítulo. Sólo espero que allá donde esté, se ponga ciego de todo lo que se le ocurra hasta que reviente, pero que no le joda la vida a nadie. Para mí es un fantasma que descansa en paz desde hace mucho tiempo.

Ignoro cómo le va a mi adicto. Hace 12 años que le vi por última vez y su deterioro era ya preocupante entonces. Pero solté la rienda hace mucho, mucho tiempo. Aunque es algo de lo que cuesta mucho librarte del todo, porque los lazos que se crean son muy fuertes y no se rompen así como así. Y porque siempre quedan en el aire muchos porqués sin responder. Ahora ya tengo las respuestas. Por eso he sacado este otro fantasma del armario. Para darle sepultura definitiva.


El adicto.

Cómo funciona.

Él no tenía ningún problema. Al menos ninguno que estuviera dispuesto a reconocer como tal. Ahí estaba lo jodido del asunto. No puedes encontrar una solución si no admites que tienes un problema.

Ella se enamoró de su ternura, de su pasión, y de la chispa que había en sus ojos cuando estaba con ella. Pero en el lote también había misterios, secretos oscuros, y por último manipulación y mentiras que ella decidió aceptar y creer.

Él se acomodó enseguida a una vida de cuidados y seguridad.

Ella aparcó su futuro y sus deseos para vivir con él en una nube desde la que a veces, cuando todo iba bien, podía tocar el cielo con la punta de los dedos. Pero las cosas dejaron de ir bien, y un día ella se puso de puntillas sobre su nube para intentar tocar el cielo y cayó de bruces en el infierno. Y se quedó sentada allí, en medio de la mierda, confusa y desorientada, sin saber qué hacer.

Él la fue envolviendo poco a poco en su tela de araña, pidiéndole cada día una pequeña renuncia: A salir sola, a maquillarse, a vestirse como una chica. Él quería que ella se volviese invisible a los ojos de los demás. Ella sabía que se estaba encerrando a sí misma en una jaula, pero prefirió creer que era halagador que él la quisiera hasta ese punto.

Él iba cayendo más y más hondo cada día.

Ella se dio cuenta de que no sólo no podía sacarle a flote, sino que estaba cayendo con él. Entonces le dio un ultimátum. Le dijo que tenía que elegir. Curarse o perderla. No había más.

Él le dijo que lo haría. Ella le creyó y buscó ayuda. 

Él la rechazó. Dijo que lo haría a su manera. Ella le dijo que el tiempo seguía corriendo, esta vez en su contra.

Él no la tomó en serio. Ella se dio cuenta pero quiso esperar a estar segura. Hasta que un día, volviendo del trabajo, se lo encontró por la calle, cerca de donde vivían. Él iba dando tumbos, tenía los ojos envueltos en una niebla gris y no la reconoció. Ella le ayudó a subir a casa y por última vez le metió los dedos en la garganta, le lavó y le acostó. Al día siguiente vino con el camión de la mudanza y se llevó sus cosas.

Él la llamaba todos los días. Y su familia también. Le pedían que no le dejara, que siguiera cuidando de él porque si no acabaría mal. Él volvía a llamarla y le juraba todo lo que ella antes hubiera querido creer, le prometía darle todo lo que ella hubiera querido que tuviesen juntos, pero su voz sonaba ya débil y para nada convincente.

No todo acabó ahí para ella. Porque mientras intentaba salvarle a él había perdido su fuerza, su autoestima, hasta su identidad. No se reconocía a sí misma si no era cuidando de él. No tenía ganas de seguir viviendo sin él. No valía nada como persona porque no había conseguido salvarle a él. Tenía que empezar a reconstruirse a sí misma y el proceso fue largo y doloroso.


Lecciones aprendidas

No podía salvarle. Sencillamente no estaba en mi mano. Ahora lo sé. Y sé que el no haberlo conseguido y haber optado por salvarme yo, no me hace peor persona.

Todos llevamos nuestro propio cupo de monstruos y fantasmas en nuestro interior, y nadie puede matarlos por nosotros. Tener a nuestro lado alguien que nos apoya es una gran ayuda, pero cada uno libra su propia batalla en solitario. Donde esté, me gustaría pensar que él algún día ganará la suya. Yo hice lo que pude. Nada más. Y nada menos. 

Lo digo convencida. Aunque mientras lo digo, sin querer, y por última vez, se me llenen los ojos de lágrimas…

2 comentarios:

  1. Uffffffff sin duda una historia muy conmovedora... es muy duro luchar contra algo que no está en nuestras manos. Pero me alegra saber que se tomaron decisiones correctas. Un abrazo!!!

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