Qué es Prozaicamente?

Ficción basada en hechos reales o realidad basada en hechos ficticios. En todo caso, una parte de mi historia "prozaicamente" narrada.

martes, 24 de junio de 2014

Día 5, mes 1. Come, reza, ama. Versión 2.0



¿Recordáis “Come, reza, ama”, novela autobiográfica de Elizabeth Gilbert cuya versión cinematográfica protagonizó Julia Roberts?


Pues dejando al margen el hecho de que la primera parte de la película refleja una Italia donde todo parecido con la realidad es pura coincidencia (Sé de lo que hablo, llevo a Italia, la verdadera,  impresa a fuego en las entrañas) la historia de Elizabeth Gilbert me pareció especialmente inspiradora para mí en este momento crucial de mi vida. Porque come, reza, ama, puede parecer un buen plan pero no es tan fácil llevarlo a la práctica. 

La parte del come se me ha dado siempre muy bien. De hecho he estado atascada varios años en esa fase y así me ha lucido el pelo. 

Los rezos los sustituí por el yoga y la meditación, pero no conseguía llegar hasta el fondo del problema. 

En cuanto a lo de amar, por suerte esa faceta la tengo cubierta gracias a mi hija, a la que amo de una forma tan intensa que sólo otra madre que haya vivido lo que yo he vivido para llegar a ser madre puede llegar a entender.

Así que bajé al sótano a buscar la novela. Yo vivo en un adosado de 180 metros cuadrados, 160 de los cuales están ocupados por las escaleras, motivo por el cual una de mis ocupaciones más habituales a lo largo de un día en casa consiste en subir y bajar las susodichas escaleras hasta caer extenuada o quedar completamente alienada, inconsciente de mis propios actos, como si viviera en un eterno día de la marmota. A veces voy a mi habitación para buscar algo, me llevo de camino alguna cosa que está al pie de las escaleras esperando que un alma caritativa la suba, y cuando llego arriba coloco en su sitio lo que llevo entre manos y se me olvida el objetivo primario, lo que no advierto hasta que he vuelto al piso de abajo y vuelta a empezar. Quienes vivan en una casa de parecidas características me entenderán. En serio. Se han dado casos de personas que han pasado años subiendo y bajando ininterrumpidamente sin darse cuenta, ajenos a sus propios actos, hasta que alguien se ha apiadado de ellos y les ha dado el alto. Pero gracias a eso les han convalidado el Camino de Santiago, lo cual no viene nada mal. Yo lo tengo en tareas pendientes.A lo que iba. Bajé a buscar el libro para releer algunos párrafos que tenía señalados porque me impactaron mucho en su momento. Tanto que los dejé señalados pero bajé el libro al sótano nada más acabarlo porque los paralelismos con mi propia historia me resultaban demasiado inquietantes y no tenía el valor de enfrentarme a ello en ese momento.

Una muestra:

“Yo me fundo tanto con la persona a la que quiero que desaparezco. Soy como una membrana permeable. Si te quiero, te lo doy todo. Te doy mi tiempo, mi cariño, mi entrepierna, mi dinero, mi familia, mi perro, el dinero de mi perro, el tiempo de mi perro… todo. Si te quiero, cargaré con tus penas, saldaré todas tus deudas (de todo tipo, literalmente), te protegeré de todas tus inseguridades, te sacaré de dentro todas esas cualidades que no habías sabido cultivar y compraré regalos de Navidad a toda tu familia. Te daré el sol y la luna. Todo esto y más, hasta que me quede tan machacada y vacía por dentro para recuperar energías que no me quede más remedio que enamorarme perdidamente de otro.”

Pero ese día decidí que ya había dejado el momento de dejar de esconderse. Llevaba demasiado tiempo sintiéndome muy desgraciada sin saber cómo dejar de serlo. O sin querer saberlo.Creo que fue Einstein quien dijo aquello de que “Si quieres distintos resultados no hagas siempre lo mismo.”Había llegado la hora de empezar a hacer cosas distintas. Miré dentro y fuera de mí para empezar a analizar qué es lo que me había hecho tan desgraciada a lo largo de los años.La parte de fuera fue la más sencilla. Me limité a ir por cada rincón de mi casa, una casa algo viejecita que necesita una gran reforma que no me puedo permitir, y que gracias a la famosa burbuja inmobiliaria no puedo vender porque ahora vale menos de dos tercios de lo que pagué por ella. 

Los últimos ocho años me he sentido como viviendo de prestado, sin cambiar ni hacer nada por si la casa se vendía y tenía que organizar rápidamente una mudanza. Hasta que me di cuenta de que con esa excusa estaba viviendo en una casa que no me gustaba. Y no es necesario invertir mucho dinero para introducir unos cuantos cambios que te hagan sentir mejor.

Así que lo primero que hice fue comprarme unas brochas y pintura blanca. Y me puse a pintar cosas de blanco. Empecé por mi cuarto de baño. Todos los muebles y accesorios de madera oscura amanecieron una mañana como por arte de magia teñidos de blanco, reflejando la luz que llevaba tanto tiempo echando en falta en mi vida. 

Fue sólo el comienzo. Desde entonces la proporción del color blanco en mi casa ha subido como un 60%. Y aún no he soltado la brocha. A ratos, la loca de la brocha blanca en que me transformé descansaba y se ocupaba de otros detalles no menos importantes, como la eliminación de cortinas naranja-amarillentas que seguramente compré en estado de abducción o similar, para dar la bienvenida a estores blancos que bañan de luz la estancia donde los colocas. Toda toalla, colcha o sábana que estuviera en malas condiciones también era sustituida implacablemente por nueva ropa blanca. Sin prisa pero sin pausa la luz se fue apropiando de mi casa. Empezaba a sentirme muy a gusto en ella. Sobre todo en mi habitación. Adoro mi habitación. Es tan alegre y femenina (Ojo, no cursi!) que estoy segura de que si un hombre entrase en ella se le caerían automáticamente las pelotas y habría que recurrir a la cirugía para volver a colocárselas en su sitio. 

De todas formas existen pocas posibilidades de que tal eventualidad llegue a ocurrir. Cuando un hombre entre en mi vida no será para volver a compartir baño y habitación. En cuanto al baño no pienso rememorar detalles escabrosos, complétese con la imaginación de cada uno. Y en cuanto a la habitación… Quién podría renunciar a estas alturas a dormir en una cama enorme con las extremidades extendidas cual hombre de Vitruvio cuando la alternativa bien puede ser volver a sufrir ronquidos, patadas, codazos y cosas aún más desagradables? Yo desde luego no. “Nunca mais" sin mi espacio vital. A no ser cuando tengo a mi hija de okupa en mi cama a temporadas, por sus pesadillas o excusas bastante poco creíbles pero que le doy por buenas porque soy una floja, me mira con esos ojitos del gato con botas en la pelo de Shrek y es que no puedo resistirme. Me queda tan poco tiempo para que se deje achuchar y besar… Algunos amigos me dicen que dejará de dormir conmigo cuando llegue un día a casa con su novio, y que ambos me echarán sin contemplaciones de mi propia cama. A veces tengo miedo de que sea cierto.Y no hablemos del mando de la tele. Nadie va a separarnos nunca más. Nos hemos prometido amor y fidelidad eternos.

Bueno, parecía que los cambios a operar fuera de mí iban viento en popa. Era la parte fácil y divertida del asunto. Ahora tenía que enfrentarme a lo más difícil. A lo de dentro. A mis fantasmas. Y los derroté a lo largo de varios días dando caminatas interminables que me dejaban rendida. Me preparé una lista de reproducción en el I phone que me ayudara a dar rienda suelta a pensamientos y emociones mientras caminaba. Lo que leeréis en las próximas entregas son el fruto de mis paseos a campo través, llorando y entendiendo mi pasado en soledad. Enterrando de una vez a los muertos. Y preparándome para lo bueno que tenía que llegar. Porque ya iba tocando…

miércoles, 11 de junio de 2014

Día 1, mes 1. La epifanía del espejo.



El día en que toqué fondo fue porque me hundí bajo el peso de años de relaciones tóxicas que minaron mi autoestima hasta hacerme sentir tan insignificante como un gusano. Jefes hijos de puta que convirtieron mi vida en un infierno, "amigas" interesadas que me manipularon a su antojo, parejas que me anularon como mujer y como persona... Me ha llevado media vida entender por qué lo permití y pienso pasar la otra media disfrutando de haberlo superado, de haberme perdonado por ello y de haber emprendido el camino que me llevará, espero, a ser la que era.
Que quién era yo? Una mujer alegre, luchadora, soñadora, que se reía hasta de su sombra, que lloraba si se lo pedía el cuerpo, que se sentía a gusto en su piel y salía de casa cada día dispuesta a comerse el mundo.
Pero el día en que toqué fondo, la que me miraba desde el espejo era la sombra de quien yo fui. Tenía ojeras de zombie y hechuras de luchador de sumo. Así que me quedé mirando el reflejo de esa desconocida y pensé: "Tía, no sé quién coño eres pero ya te estás largando de aquí, y cagando leches." 
Sí, sólo lo pensé. No tuve huevos para decírselo. Y qué queréis? La tía daba un poco de miedito.
Conque no me entretuve mucho mirándola, no fuera a ser que me pegara dos hostias, y me senté a elaborar un plan para echarla del espejo y de mi vida. Sabía que no iba a ser fácil. Se imponían medidas desesperadas...